Siervo de Dios



Gálatas 5.12-14
Servíos por amor En un mundo que realza el poder y el egoísmo, hablar de ser siervo parece fuera de lugar. Pero Dios quiere que tú y yo seamos siervos de Él.
http://cincominutos.com.mx/wp-content/uploads/2013/11/Siervo-de-Dios.jpgEl siervo de Dios tiene en mente a los demás. Se olvida de sí mismo (Filipenses 2.4). Al dejar de centrarte en tus necesidades, comenzarás a darte cuenta de las necesidades que te rodean. Como verdadero siervo no tratas de usar a Dios para tus propósitos egoístas y manipuladores. Por el contrario, dejas que Dios te use para los planes de Él.
La humildad es una batalla de cada día. Otras características de un creyente pueden imitarse, pero la humildad no puede imitarse por mucho tiempo sin que sea descubierto el orgullo y la soberbia detrás de un corazón no arrepentido. Fíjate en el contenido de Mateo 5.41. Esta es una buena medida de tu condición de siervo de Dios.
El siervo de Dios reconoce que todo le pertenece a Dios. Cada segundo de tu tiempo le pertenece a Dios. Cada capacidad proviene de Él y debe ser solo para Él. Cada bien material, por grande o pequeño que sea, le pertenece por entero a Dios. Hablando de manera específica sobre el dinero, alguien ha dicho: “Si Jesucristo es tu Señor, el dinero te sirve; pero si el dinero es tu señor, te vuelves esclavo del dinero”. Lee Lucas 16.13.
El siervo de Dios está ocupado por completo en la tarea asignada por Dios. Cuando te encuentras ocupado en servir no tienes tiempo para criticar, comparar o competir con otros siervos. Tu servicio a Dios nunca es considerado una pérdida, aunque otros lo digan. Deja que Dios evalúe a cada siervo (Romanos 14.4). Deja que Dios se encargue de defenderte ante los que critican tu labor. Si sirves a Cristo, seguro que serás criticado.
El siervo de Dios no se preocupa en guardar las apariencias. Es genuino. Ya estamos cansados de rostros plásticos, sonrisas plásticas y... ministerios plásticos. No tienes que probar cuánto vales. Jesucristo les lavó los pies a sus discípulos. Esa tarea no amenazaba su propia imagen (Juan 13.3, 4), más bien la exaltó.
¿En qué basas tu valor e identidad? Si las fundamentas en tu relación con Jesucristo te sentirás libre de las expectativas que otros puedan tener (2 Corintios 10.18). Mientras más cerca estés de Dios, menos necesitarás promocionarte a ti mismo.
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Seré un siervo de Dios en toda la amplitud de la palabra.

Recuerda las victorias

Lee Salmos 20.6-8
La capacidad de recordar el pasado es una de las funciones más poderosas del cerebro. Puede ser tanto una bendición como una maldición, según lo que elijas recordar. Recordar trae las emociones del pasado al presente, haya sido el evento positivo o negativo. Recordar heridas, ofensas, desilusiones o fracasos del pasado hará que todas las emociones relacionadas con ellos corran a tu mente para crear de nuevo un vacío emocional destructivo. A la inversa, cuando recuerdas experiencias positivas, enciendes de nuevo el valor, el gozo y el sentido de logro relacionado con la victoria. Nunca puedes subestimar el poder de una experiencia para volver a inspirar tu fe en Dios.
Desde la división del Mar Rojo hasta la caída de Jericó, los israelitas tuvieron numerosos milagros y proezas increíbles que Dios realizó a su favor. Dios les había advertido acerca de olvidar los actos poderosos de Él: «Acuérdate bien de lo que hizo Jehová con Faraón y con todo Egipto; de las grandes pruebas que vieron tus ojos, y de las señales y milagros, y de la mano poderosa y el brazo extendido con que Jehová tu Dios te sacó; así hará Jehová tu Dios con todos los pueblos de cuya presencia tú temieres» (Deuteronomio 7.18, 19).
Si has permitido que Satanás te dé una amnesia de experiencias, si has olvidado los momentos de intervención divina en tu vida, ¿por qué no recuerdas el testimonio de otra persona? Recuerda las cosas buenas que Dios ha hecho con otros. Si Él lo hizo entonces, puede hacerlo de nuevo.
Cuando David vio que el rey Saúl estaba inclinado a desalentarlo a enfrentar al gigante Goliat, decidió decirle lo que Dios había hecho con Él en el pasado: «Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo» (1 Samuel 17.37). Dios lo hizo y lo volverá a hacer para gloria de Él.

Mi Dios lo hizo, por tanto estoy seguro de que lo volverá hacer hoy en mí


Tienes un amigo

Lectura: 
[Jesús dijo] os he llamado amigos… (Juan 15:15)

Una de las consecuencias irónicas del arrollador crecimiento de los medios de comunicación social es que, a menudo, nos aislamos cada vez más. Un artículo de Internet advierte: «Los que se oponen a llevar una vida primordial o exclusivamente en Internet sostienen que los amigos virtuales no sustituyen en forma adecuada a los de la vida real, y que […] los individuos que reemplazan con amigos virtuales los de carne y hueso se vuelven aun más solitarios y depresivos que antes».

Dejando la tecnología de lado, todos enfrentamos temporadas de soledad en las que nos preguntamos si alguien sabrá o entenderá qué cargas soportamos o qué luchas tenemos, y si le interesará. No obstante, los seguidores de Cristo tenemos una certeza que brinda consuelo a nuestro corazón abatido: la presencia consoladora del Salvador. El salmista David plasmó esta promesa con palabras indiscutibles: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento» (Salmo 23:4).

Ya sea que estemos aislados por decisión propia, por las tendencias culturales que nos rodean o por pérdidas dolorosas en la vida, los que conocemos a Cristo como Salvador podemos descansar en la presencia del Pastor de nuestro corazón. ¡Oh, qué amigo nos es Cristo!

Los que conocen a Jesús como Amigo nunca están solos.